ESPECIES O ECOSISTEMAS EN LA CONSERVACIÓN DE BIODIVERSIDAD
Ariel Rodríguez-Vargas
Biólogo y Presidente de Proyecto Primates Panamá
En 1998 el biólogo Daniel Simberloff publicó un artículo titulado “Especies banderas, paraguas y claves: sigue en pie la gestión monoespecífica en la era del paisaje” donde reconoció que algunos ecosistemas tienen especies clave cuyo nicho ecológico o función ecológica también rigen el bienestar de muchas otras especies que conviven en su medio, si se hace una gestión para esas especies especiales y los ecosistemas de los que dependen todo el conjunto de especies animales y vegetales. No se habló en ese momento de comunidades especiales. El nivel ecológico era la población de las especies objetivos y las especies beneficiarias de la estrategia de manejo o conservación que se hiciera para la especie de interés.
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Simberloff analizó los retos que planteaba la gestión de la conservación de la biodiversidad ante unas necesidades crecientes y unos recursos limitados. Sugirió que la gestión de especies individuales no es suficiente y que la gestión de ecosistemas a mayor escala es necesaria para preservar la biodiversidad. Sin embargo, los objetivos y métodos específicos de la gestión de ecosistemas no siempre están claros, y el documento comparó los métodos tradicionales de gestión centrados en especies individuales.
El concepto de especie clave sigue siendo problemático porque no hay consenso sobre su selección y rol en el ecosistema. La especie paraguas, que es una especie que necesita grandes extensiones de hábitat puede salvar automáticamente a muchas otras especies, parece un mejor enfoque, aunque a menudo se cuestiona si realmente es efectivo para muchas otras especies. En mi opinión todo ecosistema lo debidamente grande, siempre será un espacio vital para muchas especies que es lo que nos interesa en términos de conservación de la biodiversidad. Simberloff tuvo dudas, pero sus aprehensiones son tan supuestas como las bondades del concepto. Por su parte una especie bandera, es aquella que puede utilizarse para montar una campaña de conservación porque despierta el interés y la simpatía del público, pero una especie bandera no tiene por qué ser una buena especie clave o especie paraguas, con lo cual concordamos, pero la forma no es lo que importa, lo que importa es el resultado final. Algo en que coincidimos es que conservación de una especie paraguas o emblemática suele ser muy costosa, pero no menos costosa que muchas otras estrategias de conservación.
La gestión de ecosistemas, a escala de paisaje, es una solución propuesta a los problemas de la gestión de conservación de una sola especie. Se asume que si el ecosistema se mantiene sano, todas las especies que lo componen tendrán poblaciones saludables. Una preocupación que se tiene es que se hace mucho énfasis utilitario basado en los bienes o servicios que los ecosistemas proporcionan a los humanos, en lugar de enseñar cómo los humanos pueden y deben proteger los ecosistemas. A mi entender, al grueso de los actores sociales, actuarán de manera positiva si ven develado su propio interés y seguridad. Es algo muy difícil de cambiar en el pensamiento utilitario de los humanos. De ahí la necesidad que la educación ambiental tenga fundamentos científicos y éticos con tal que la ciudadanía y los tomadores de decisión hagan su rol de protección informados. Si pensamos de manera intergeneracional, los primeros pasos de conservación se están dando para luego ser adoptados y mejorados por generaciones futuras. Hay que tener optimismo en este menester o nuestra función científica de promover conservación deja de tener sentido.
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Simberloff desestimó un poco el término "salud de los ecosistemas" ya que lo ve mal definido y asociado a una visión superorgánica y anticuada de ver el ecosistema. En nuestro parecer es un asunto de opinión. Lo mismo que el tema de ser tolerantes con pérdida de biodiversidad siempre que no afecte en gran medida a procesos como el ciclo de los nutrientes. Reconoció que la gestión de los ecosistemas suele aplicarse mediante una gestión adaptativa, porque justo el tema de conservación es un tema complejo porque implica la naturaleza humana de las cosas y no todo puede hacerse en blanco y negro, sin intereses encontrados por los diversos actores y sectores sociales.
Según Simberloff el reconocimiento de que algunos ecosistemas tienen especie claves cuyas actividades rigen el bienestar de muchas otras especies sugiere un planteamiento que puede aunar las mejores características de la gestión de una sola especie y de la gestión de ecosistemas. Si somos capaces de identificar las especie claves y los mecanismos que hacen que tengan efectos tan amplios, es casi seguro que obtendremos información sobre el funcionamiento de todo el ecosistema que sería útil para su gestión. En lo anterior estamos totalmente de acuerdo, igual que cuando se asevera que algunas especies clave pueden ser objetivos adecuados de gestión, pero incluso si no lo son, nuestro conocimiento del ecosistema aumentará considerablemente. Sin embargo, las especie claves pueden no ser la panacea para la conservación de los ecosistemas.
El problema no es el enfoque de acuerdo a mi punto de vista, si no a la falta de ciencia para definir e identificar las especies, las poblaciones y las comunidades bióticas claves. Una solución que dieron los indicadores de desarrollo sostenible de las Naciones Unidas de 2007 es el uso de las denominadas especies selectas clavesy ecosistemas selectos claves. En los indicadores de los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS) del 2015 quedó menos claro el uso de las especies y ecosistemas claves en la conservación de la biodiversidad. La clave de los indicadores 2007 es que aportan dos nuevos elementos de conservación cuando se usan con la palabra “selectos/as” que no es lo mismo si no se usan con esta palabra. ¿Quién selecciona las especies y los ecosistemas? Pues lo hace la comunidad científica, la sociedad y los tomadores de decisión y se designan de manera formal para que sean vinculantes.
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En los ecosistemas selectos claves se puede evaluar la eficacia relativa de las medidas de conservación de la biodiversidad a nivel de ecosistema. Estima la necesidad de medidas específicas de conservación para mantener la diversidad biológica en un país o región. Los ecosistemas claves requieren atención y medidas políticas específicas, ya que las especies raras o localmente endémicas o amenazadas normalmente también representan hábitat raros o inusuales que están muy reducidos en relación con su extensión original potencial, o están sometidos a un alto grado de amenaza y pueden tener una gran importancia económica.
Por su parte para las especies selectas claves se debe utilizar estimaciones de las tendencias poblacionales de especies seleccionadas para representar los cambios en la biodiversidad y la eficacia relativa de las medidas para mantenerla. Este indicador de sostenibilidad puede aplicarse a grupos de especies individuales (por ejemplo, aves, mariposas, murciélagos), o puede agregarse para incorporar una serie de taxones, según la disponibilidad de datos y la aplicabilidad del indicador. También permite hacer un seguimiento de la abundancia de especies a lo largo del tiempo. El indicador ilustra la eficacia de las medidas nacionales destinadas a limitar la pérdida de biodiversidad.
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La paradoja de Simberloff que según él “aún no sabemos cuántos ecosistemas tienen especies clave, y los experimentos que conducen a su identificación suelen ser muy difíciles”, se soluciona con estas definiciones e indicadores de sostenibilidad a la vez. Creo que muchas de las decisiones multidisciplinarias son más certeras que cuando se discuten desde una visión unidisciplinaria.
Por supuesto que en la comunidad científica la discusión no acaba allí, varias decenas de artículos por quinquenio siguen discutiendo el tema, mientras los ecosistemas y las especies siguen amenazados, sean o no claves, paraguas o emblemáticos.
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