Chelsea Batavia, Michael Paul Nelson, Jeremy T. Bruskotter, Megan S. Jones, Esty Yanco, Daniel Ramp, Marc Bekoff, Arian D. Wallach Department of Forest Ecosystems and Society, Oregon State University
Los recientes debates sobre el significado y las implicaciones de la «conservación compasiva» sugieren que algunos conservacionistas se sienten incómodos con la emoción, despreciándola como una base falsa y engañosa para el juicio moral y la toma de decisiones. Estas nociones surgen de una antigua convención sociocultural de género en la que la razón se considera separada y superior a la emoción. Discutimos la herencia intelectual y el legado de este pensamiento dualista y jerárquico, señalando que no es ni científicamente defendible ni moralmente tratable. Desarrollamos nuestra comprensión de la compasión como una experiencia de interdependencia y una virtud fundamental para la conservación. En estas capacidades, la compasión ilumina las responsabilidades de los conservacionistas hacia los seres individuales, mejorando las creencias establecidas y ampliamente aceptadas de que los conservacionistas tienen el deber de proteger las poblaciones, las especies y los ecosistemas (es decir, la biodiversidad).
La emoción en general, y la compasión en particular, deben ser afirmadas y abrazadas por los conservacionistas por las ideas novedosas y esenciales que contribuyen a la ética de la conservación.
En resumen corto, los conservacionistas deben aceptar que las emociones como la compasión proporcionan percepciones que pueden ayudarles a entender y navegar sus vidas morales.
REFERENCIA
DOI: https://doi.org/10.1111/cobi.13689
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